TY - JOUR A1 - Fuentes Martín, Federico AU - Lozano Gutierrez, María del Carmen T1 - Reglamentación bancaria y de capitales Y1 - 2003 UR - http://hdl.handle.net/10317/861 AB - El interés generalizado que hoy se da entre los especialistas a propósito de la construcción de una nueva arquitectura financiera internacional viene motivado por la recurrencia de las crisis financieras, sobre todo en los países emergentes, que producen graves inconvenientes en el funcionamiento del sistema monetario y financiero mundial. Durante las tres últimas décadas se ha visto como una desregulación, grande o pequeña, en los mercados financieros nacionales origina más desregulación en presencia de la liberalización de los flujos internacionales de capital. Las desregulaciones nacionales hacen referencia a varios tipos en lo que al tema financiero se refiere: control del crédito, tipos de interés, servicios financieros, autonomía bancaria y control de la cuenta de capital. Este último será, sobre todo, el objeto de nuestra atención en lo que sigue. Resaltemos antes que nada que, a propósito del debate actual sobre los controles de los movimientos de capital, ya el Convenio Constitutivo del Fondo Monetario Internacional preveía la posibilidad de establecer controles de capital si las circunstancias así lo aconsejaban, de forma que los países tuvieran su independencia a la hora de elaborar sus políticas económicas. Por ésta razón se controlaba sobre todo el capital a corto plazo, 2 que es el que presenta más peligro debido a su volatilidad. Ésta política fue seguida por varios países incluyendo a los Estados Unidos. La Historia nos enseña que las crisis son inherentes al sistema económico basado en el mercado pero en los últimos años éstas se han acortado en el tiempo de sucesión (Sistema Monetario Europeo, Méjico, sudeste asiático, Rusia, Brasil) y ampliado en cuanto a gravedad. Éstas crisis, y sobre todo las padecidas por las economías emergentes, están directamente relacionadas con la aceleración de la liberalización financiera. De los casi dos billones de dólares que circulan por los mercados de cambio, el 90% se refiere a transacciones que se realizan en menos de una semana y son puramente financieras, es decir, que las crisis han sido de carácter cambiario, bancario o de deuda externa. La crisis que tuvo lugar en el sudeste asiático en 1997 merece destacarse por su rapidez, amplitud y desproporción entre las causas que la originaron y sus consecuencias. La desregulación en los mercados financieros internacionales y el aumento de la competencia fueron decisivos. En el primer caso, la oferta de liquidez hizo que se pasara de un mercado de vendedores (con selección de demandantes) a un mercado de compradores que solicitaban todo lo disponible para financiar el desarrollo. En el segundo caso, ”Los gobiernos asiáticos, impulsados por el FMI Y el Banco Mundial además de por las élites empresariales nacionales, liberalizaron su sistema financiero a lo largo de los 90, incluyendo la cuenta de externa de capital. La liberalización permitió a los agentes domésticos aumentar su financiación en los mercados financieros e hizo posible a los agentes extranjeros el acceso a los mercados financieros nacionales. Los agentes locales pudieron abrir cuentas en bancos extranjeros; los bancos pudieron dar créditos en moneda extranjera en los mercados domésticos; las instituciones financieras no bancarias y las grandes empresas pudieron pedir prestado en el extranjero; los extranjeros pudieron adquirir acciones emitidas por las compañías nacionales en las bolsas locales; los bancos extranjeros pudieron disfrutar de una más amplia libertad de entrada en el sector bancario nacional, y estos mismos bancos pudieron pedir prestado fuera para prestar en el mercado local”1. Aparte de lo anterior la aceleración de la liberalización financiera puso de relieve los defectos estructurales del sistema financiero del sudeste asiático: demasiada financiación 3 a corto plazo, elevado apalancamiento, baja solvencia bancaria y distorsiones de la supervisión del sistema financiero. Como puede deducirse, se formó una situación muy peligrosa resultado de la libertad del mercado de capitales con ausencia de regulación interna, coincidiendo con unas prácticas de alto apalancamiento y de financiación empresarial por la vía bancaria a imitación de los conglomerados japoneses. De aquí a la crisis financiera sistémica no hay sino un paso, puesto que importantes alteraciones en el sistema financiero hacen ineficaz al mercado financiero incidiendo negativamente en la economía real, de forma que se reducen enormemente las posibilidades de crecimiento en las economías que la padecen. Independientemente de las explicaciones que puedan darse sobre cada una de las crisis que han ido sucediéndose en los últimos años, el origen está en el defectuoso funcionamiento de los mercados nacionales e internacionales por lo que se exige la creación de los mecanismos necesarios que puedan alertar sobre la aparición de una crisis, que puedan manejarla cuando se presente con alguna eficacia y que evite su contagio en la medida de lo posible. Estos son objetivos que se plantea la nueva arquitectura financiera internacional y para ello se pretende comenzar con la regulación de los flujos de capital, sobre todo los de corto plazo que son causa de crisis financieras por su carácter desestabilizador. Y esto es así porque las entradas de capital, desde el comienzo de la década de los noventa, se intensificaron de tal forma que en cinco países del sudeste asiático – Tailandia, Indonesia, Corea del Sur, Malasia y Filipinas – las entradas netas de capital en 1996 fueron de 103.000 millones de dólares ( España tenía, antes de la entrada en vigor del euro, 60.000 millones de dólares de reservas en divisas para hacer frente a movimientos especulativos ). Por otro lado, las últimas crisis también ha puesto en evidencia como, una vez instalada la desconfianza en el tipo de cambio es muy costosa la recuperación, por mucho que el FMI se comprometa a intervenir, si no se llevan a cabo los controles de capital correspondientes. Y el último punto que queremos resaltar, y que también ha sido común a estas crisis es la inmadurez de las instituciones financieras: la rápida liberalización no se vio acompañada de una puesta al día de los mecanismos de supervisión y control. El problema que se presenta con la generalizada actitud a favor de la organización de una nueva arquitectura financiera internacional, es que el proceso de puesta en marcha 11 WADE, R. (1998): “From miracle to cronyism: explaining the Great Asian Slump”, Cambridge Journal 4 será lento y, tal vez, acompañado por sucesivas crisis. Si la necesidad de reforma es general el progreso en ese sentido es poco evidente: no existe una idea clara de lo que hay que hacer y, peor aún, no existe voluntad política por parte de los principales países de actuar conjuntamente. Por el momento una medida como la vigilancia de las operaciones “offshore” ha sido bloqueada por la importante industria de servicios financieros estadounidense que cuenta con la fuerza necesaria para ello. Una medida parecida sería imprescindible para luchar contra el narcotráfico pero todavía no se ha puesto en práctica. Tal vez un desastre de las características del 11 de septiembre propicie un cambio de actitud. 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